EL COLOR DE LOS NÚMEROS
¿Puede ser deprimente
el tacto de un jersey? ¿Puede un número tener un sabor amargo? Sólo si somos
sinestésicos
Un artículo de The New York Times llamado “For rare few, Taste is in the ear of
Beholder” me ha dejado absolutamente fascinada. Para
muy pocos cerebros adultos, el siguiente menú no sólo les sabe bien, sino que
les suena riquísimo: Un ave rellena de Stephanie y servida con menudillos de
civismo, acompañados de un bizcocho cubierto de Londres, un tazón de
actuaciones con sindicatos y una guarnición de humeantes microscopios. De
segundo ciudad y de postre confesión.
Para estos cerebros, “Stephanie” está
relacionada con la verdura, “civismo” con carne asada, “Londres” con patatas,
“actuación” con guisantes, “sindicato” con cebollas, “microscopio” con
zanahorias, “ciudad” con pastel de carne, y “confesión” con café.
Richard Feyman, premio nobel de física
en 1965, veía las letras de colores en sus ecuaciones, las n de un color
violeta azulado, las j marrones luminosas, las x marrones oscuras...
Esta cualidad de mezclar los sentidos
se llama sinestesia. Muchos
sinestésicos son artistas, como el poeta francés Charles Baudelaire o el pintor
ruso Kandiski.
Aproximadamente
una de cada 2000 personas son sinestésicas, pero se sabe muy poco de las causas
que la originan. Lo poco que conocen los científicos es que todas las personas
nacen sinestésicas y, tras un tiempo, las sensaciones sensoriales se van
segregando por procesos naturales de muerte neuronal... pero, de forma
desconcertante, no en todos los sujetos se pierden las sinapsis entre las
distintas áreas sensoriales.
SARA GIMÉNEZ (PROFESORA DE MATEMÁTICAS)
SARA GIMÉNEZ (PROFESORA DE MATEMÁTICAS)
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